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Opinión

Los responsables

Escribe: Dr. Julio Ginzo


De pronto la inseguridad se ha convertido en el tema que desplaza a todos y el miedo se apropia de la sociedad. ¿Es que la inseguridad acaba de llegar o es que era negada o escondida por aquellos que tienen algo que hacer en esto? Las dos preocupaciones mayores de la gente son, desde hace ya mucho tiempo, la inseguridad y la inflación. Ambas borradas despiadadamente de la agenda oficial. ¿O alguien recuerda que alguna vez desde el atril mayor se haya hecho referencia a ellos? La inseguridad existe porque existe la violencia. Y la violencia existe porque está incorporada a la cultura nacional desde hace ya tiempo. Nadie podría encontrar su causa sólo en algún lugar. Ella se ha instalado en la sociedad y en cada uno de sus rincones. Y será inútil esa pasión tan argentina de querer encontrar el culpable, sino entendemos, sin pretensiones sociológicas, que todos tenemos una parte importante de responsabilidad en lo que nos pasa. 
Sería lamentable querer obtener algún rédito político de tal circunstancia, pero la cultura de la violencia se alimenta de muchas maneras y desde distintos ámbitos, hasta que se incorpora al inconsciente colectivo naturalmente. Porque es trabajar para la violencia permitir que existan tasas de pobreza que superan el 27%, y de un 5,5% de indigencia (personas que pasan hambre), datos recién publicados por la Universidad Católica Argentina. 
¿Por qué será que este es el único país en el mundo donde no se permite que los simpatizantes de fútbol no puedan presenciar los partidos en que su equipo es visitante? Esa evidencia de la incapacidad para enfrentar la violencia es trabajar para la violencia. Los “malones” de 100 motos recorriendo a toda velocidad y sin respetar semáforos las calles de Junín, son expresiones de alta violencia social que se desarrolla ante la impotencia de las autoridades. Eso es también trabajar para la violencia. Cuando no descalificamos a los actos de violencia (como los llamados linchamientos) en el seno de nuestras casas y no damos ejemplos de nuestros rechazos a ellos ante nuestros hijos, estamos trabajando para la violencia. Los adolescentes son los más frágiles y más proclives a estas graves confusiones. Sobre todo en el deporte, convertido últimamente en fuente inagotable de violencia. La corrupción oficial es otro alimento gravísimo de la violencia, porque viola el patrimonio de aquellos que les confiaron un mandato. El ciudadano que es testigo de un delito pero que no se compromete en denunciarlo para que no lo molesten después con citaciones, está trabajando para la violencia. 
La lista sería absolutamente interminable, pero no podemos dejar de decir que cuando se utiliza el atril oficial para dividir al país entre amigos y enemigos, se está incorporando “oficialmente” la violencia a la sociedad. Y cuando los medios de información entran en competencia por la difusión reiterada de la parte morbosa de la violencia, también están trabajando para ella. Desde ya que todos lo enumerados son agentes inconscientes de ello, pero todos debemos repensar la parte de responsabilidad que nos cabe ante esta enfermedad. Ella asusta, preocupa, pero no debe paralizarnos sino hacer entender que somos todos integrantes de una misma sociedad y se impone, entonces, actuar como tal.



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