El escritor analiza y define qué lo llevó a la realización de esta obra donde se pueden encontrar más de 3.700 expresiones todas ellas cargadas con el auténtico porteñismo y su singularidad, brindando una imagen particular del mundo del sexo, el erotismo y la prostitución a lo largo de la historia.
Ernesto Portalet desde joven abrevó con increíble vitalidad las más variadas geografías transnacionales. Sin titubear ante lo desconocido, recaló, interactuó y se maceró en reductos tan académicos como escandalosos, asimilando en ellos los más heterogéneos modismos y manifestaciones lingüísticas.
Así llegó a concretar el "Diccionario Lunfardo del Erotismo" donde se pueden encontrar más de 3.700 expresiones habladas, gestuales y escritas cargadas de auténtica porteñidad, brindando además una imagen colorida del mundo del sexo, el erotismo y la prostitución a lo largo de la historia.
El lunfardo surgió en Buenos Aires a mediados del siglo XIX y es una forma muy característica del ser porteño. Como el mismo Portalet lo expresa: "Yo creo que si el hablar porteño se analiza bajo niveles de pautas idiomáticas impuestas por la ortodoxia de las Lenguas Madres no existe nada más desvirtuado y deforme. En cambio, si lo enfocamos como forma renovadora de la comunicación a través de ciertos matices idiomáticos, encontraremos una característica digna de estudio".
La pregunta era obvia: ¿Cómo se interesó en esta temática erótica? a lo cual el escritor responde: "Desde fines del siglo XIX las “voces porteñas” han sido registradas y clasificadas por infinidad de investigadores, desde Luís Drago en 1888 hasta muchos otros en la actualidad. Debido a un vacío informativo, y por entusiasmado pedido de Don José Gobello, (el máximo lunfardólogo y presidente atemporal de la Academia) decidí inventariar el lenguaje erótico-sexual utilizado por la gente de Buenos Aires tanto en forma coloquial como en el desarrollado comercial o profesionalmente dentro del ambiente o de la actividad prostibularia".
Portalet confiesa que su intención fue "delinear un diccionario temático de vocablos o expresiones habladas, gestuales y por suerte también escritas, que se desarrollaron y se extendieron a lo largo de la historia porteña y en la mayoría de los casos indicando su procedencia. Ellas fueron recogidas y recopiladas utilizando las más diversas y variadas fuentes de información, pero siguiendo los más elementales métodos de investigación.Aunque resulte presuntuoso, confieso que me resultó placentero hacerlo, a sabiendas de antemano que este listado es incompleto y mucho menos definitivo. Si así no lo fuera, estaríamos hablando de una lengua muerta, y obviamente este no es el caso".
Confiesa que "esta recopilación de voces y locuciones me pareció imprescindible, ya que muchos términos netamente localistas, sin una explicación adecuada, resultan incomprensibles en su interpretación, tanto para un extranjero, como para muchos porteños que ignoran su origen, a pesar de usarlos cotidianamente en la rutina comunicacional.A esto debemos añadir las expresiones ideadas con ingeniosidad por los adolescentes, que las hace inconfundiblemente representativas entre ellos, diferenciándose con las utilizadas por los adultos y que las transforma en una jerga muchas veces codificada. En este sentido, caeríamos en groserías o malas palabras".
Para Portalet, "dentro de la sofisticada evolución erótica, y asumiendo que la trasgresión es la esencia del erotismo, podemos encontrar a través de la historia, un universo de manifestaciones lingüísticas que designaron generosamente todo lo que confluye en la seducción o la sexualidad. Estos términos fueron acumulándose y catalogados como groseros, sociales, alegóricos, metafóricos o científicos".
"Poder registrarlos e inventariarlos en su totalidad, fue una tarea que permitió conocer mejor la intimidad de los pueblos con su cultura popular y no tan popular. En él, señalé junto a su etimología, la mayor amplitud de las expresiones que han sido y son utilizadas en la ciudad de Buenos Aires", destaca.
Sostiene que "en la antigua Grecia y Roma tenían detalladamente categorizadas y catalogadas a las mujeres que ejercían los servicios sexuales en forma nómada, itinerante o callejera. Estos términos pretéritos se vieron incrementados internacionalmente por expresiones locales que respondían a las características de cada idioma y de cada sociedad.En consecuencia, esas pormenorizadas expresiones, y las que hoy sin saberlo utilizamos adecuada o inadecuadamente, nos permitirán a través de este Diccionario cimentar los conceptos promovidos por Caloi, uno de los humoristas gráficos argentinos más relevantes, quien a través de su personaje Clemente vivía promoviendo “un cacho de cultura”.
Ernesto Portalet desde joven abrevó con increíble vitalidad las más variadas geografías transnacionales. Sin titubear ante lo desconocido, recaló, interactuó y se maceró en reductos tan académicos como escandalosos, asimilando en ellos los más heterogéneos modismos y manifestaciones lingüísticas.
Así llegó a concretar el "Diccionario Lunfardo del Erotismo" donde se pueden encontrar más de 3.700 expresiones habladas, gestuales y escritas cargadas de auténtica porteñidad, brindando además una imagen colorida del mundo del sexo, el erotismo y la prostitución a lo largo de la historia.
El lunfardo surgió en Buenos Aires a mediados del siglo XIX y es una forma muy característica del ser porteño. Como el mismo Portalet lo expresa: "Yo creo que si el hablar porteño se analiza bajo niveles de pautas idiomáticas impuestas por la ortodoxia de las Lenguas Madres no existe nada más desvirtuado y deforme. En cambio, si lo enfocamos como forma renovadora de la comunicación a través de ciertos matices idiomáticos, encontraremos una característica digna de estudio".
La pregunta era obvia: ¿Cómo se interesó en esta temática erótica? a lo cual el escritor responde: "Desde fines del siglo XIX las “voces porteñas” han sido registradas y clasificadas por infinidad de investigadores, desde Luís Drago en 1888 hasta muchos otros en la actualidad. Debido a un vacío informativo, y por entusiasmado pedido de Don José Gobello, (el máximo lunfardólogo y presidente atemporal de la Academia) decidí inventariar el lenguaje erótico-sexual utilizado por la gente de Buenos Aires tanto en forma coloquial como en el desarrollado comercial o profesionalmente dentro del ambiente o de la actividad prostibularia".
Portalet confiesa que su intención fue "delinear un diccionario temático de vocablos o expresiones habladas, gestuales y por suerte también escritas, que se desarrollaron y se extendieron a lo largo de la historia porteña y en la mayoría de los casos indicando su procedencia. Ellas fueron recogidas y recopiladas utilizando las más diversas y variadas fuentes de información, pero siguiendo los más elementales métodos de investigación.Aunque resulte presuntuoso, confieso que me resultó placentero hacerlo, a sabiendas de antemano que este listado es incompleto y mucho menos definitivo. Si así no lo fuera, estaríamos hablando de una lengua muerta, y obviamente este no es el caso".
Confiesa que "esta recopilación de voces y locuciones me pareció imprescindible, ya que muchos términos netamente localistas, sin una explicación adecuada, resultan incomprensibles en su interpretación, tanto para un extranjero, como para muchos porteños que ignoran su origen, a pesar de usarlos cotidianamente en la rutina comunicacional.A esto debemos añadir las expresiones ideadas con ingeniosidad por los adolescentes, que las hace inconfundiblemente representativas entre ellos, diferenciándose con las utilizadas por los adultos y que las transforma en una jerga muchas veces codificada. En este sentido, caeríamos en groserías o malas palabras".
Para Portalet, "dentro de la sofisticada evolución erótica, y asumiendo que la trasgresión es la esencia del erotismo, podemos encontrar a través de la historia, un universo de manifestaciones lingüísticas que designaron generosamente todo lo que confluye en la seducción o la sexualidad. Estos términos fueron acumulándose y catalogados como groseros, sociales, alegóricos, metafóricos o científicos".
"Poder registrarlos e inventariarlos en su totalidad, fue una tarea que permitió conocer mejor la intimidad de los pueblos con su cultura popular y no tan popular. En él, señalé junto a su etimología, la mayor amplitud de las expresiones que han sido y son utilizadas en la ciudad de Buenos Aires", destaca.
Sostiene que "en la antigua Grecia y Roma tenían detalladamente categorizadas y catalogadas a las mujeres que ejercían los servicios sexuales en forma nómada, itinerante o callejera. Estos términos pretéritos se vieron incrementados internacionalmente por expresiones locales que respondían a las características de cada idioma y de cada sociedad.En consecuencia, esas pormenorizadas expresiones, y las que hoy sin saberlo utilizamos adecuada o inadecuadamente, nos permitirán a través de este Diccionario cimentar los conceptos promovidos por Caloi, uno de los humoristas gráficos argentinos más relevantes, quien a través de su personaje Clemente vivía promoviendo “un cacho de cultura”.