Escribe Ana María Robertazzi*
Hay algunas versiones sociales que suelen atribuir el fracaso escolar a los mitos, como el platónico, sobre la inteligencia, según el cual unos hombres eran de oro, para las ciencias, otros de plata, otros de bronce, para los oficios.
Hay refranes que llegan a la actualidad y que sostienen esas ideas: lo que Salamanca non da…
El que nace barrigón es al ñudo que lo fajen.
Como los docentes somos sujetos sociales, a veces, incorporamos, sin darnos cuenta, esos conceptos. También, en algunas ocasiones, algunos padres suelen decir, en el mismo sentido: “la cabeza no le da”.
Frente a esas ideas surgen las siguientes dudas y preguntas: ¿La inteligencia es hereditaria? ¿Qué es un chico inteligente? ¿Hay burros? ¿Se debe a la inteligencia el fracaso escolar?
A partir de estudios y trabajos de indagación conceptualizamos que la inteligencia puede aparecer abierta o encubiertamente. Hay chicos que usan la inteligencia para no aprender.
La escuela tiene que poder encontrarse con la inteligencia de los chicos. No hay burros. Tiene que ver con las valoraciones de la escuela. ¿Cómo se da cuenta un maestro que un chico es inteligente?
Es frecuente reconocer como inteligente la rapidez con que algunos alumnos responden o resuelven las actividades o cuestiones presentadas por el docente. Pero es necesario saber que cuando un alumno no responde de inmediato, puede ser que esté pensando o reflexionando sobre la pregunta o el planteo que se le ha presentado. Por otra parte, es necesario considerar que hay distintas formas de participar en clase. Además tenemos que plantearnos que tal vez esté pasando un momento afectivo difícil o es cuestión de personalidad.
Es real que todos los chicos tienen potencialidades y elementos para desarrollar. Los maestros, desde el discurso, dicen que hay que respetar el ritmo de cada alumno; pero en la práctica, algunas veces…no se concreta ese principio, por diferentes urgencias o presiones que afectan la gestión del docente o de la docente, en el aula.
Por su parte, la escuela y los demás agentes y entidades de la organización escolar requieren de una estructura, pero tiene que ser flexible, menos rígida y anquilosada que la que tenemos hoy.
Aprender es gozoso para todo ser humano. Desde el hombre primitivo, el hombre de las cavernas, se emocionaba, hacía gestos y daba gritos de alegría al realizar logros, como cuando logró producir el fuego. Cuando un niño aprende a caminar se ríe, se pone contento. Mucho deberá cambiar la escuela para que este entusiamo inicial no se pierda.
La escuela enseña a pensar pero de manera estructurada. Acepta ciertos pensamientos útiles; pero desecha otros como el pensamiento divergente.
Por otra parte, si bien se introdujeron en las escuelas las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, sigue teniendo, la cultura escolar, una deuda importante con ello. En este sentido, el mejoramiento de la enseñanza, depende de los docentes, porque si bien las pantallas impactan en la mente de los alumnos, la producción de contenidos digitales la generan los maestros y los profesores. Por eso es fundamental la capacitación de los mismos en esta área, lo cual está en proceso de desarrollo. Es un desafío fuerte pero necesario.
Sostenemos, la escuela tiene que poder encontrarse con las motivaciones y la inteligencia de los alumnos. Si un chico resuelve cuentas y situaciones problemáticas en la casa, en la calle, ¿cómo se entiende que no pueda resolverlas en la escuela? Es necesario mejorar el clima motivacional.
Si se lograse mejorar el clima motivacional, hacer una ruptura menos fuerte entre cultura cotidiana de los jóvenes y los niños, y la cultura escolar, evidentemente la escuela sería atractiva. Porque aprender, como lo expresa Roberto Follari, “entusiama a cualquier niño y hace feliz a la gente”.
*Profesora Especializada en Investigación Educativa
Hay algunas versiones sociales que suelen atribuir el fracaso escolar a los mitos, como el platónico, sobre la inteligencia, según el cual unos hombres eran de oro, para las ciencias, otros de plata, otros de bronce, para los oficios.
Hay refranes que llegan a la actualidad y que sostienen esas ideas: lo que Salamanca non da…
El que nace barrigón es al ñudo que lo fajen.
Como los docentes somos sujetos sociales, a veces, incorporamos, sin darnos cuenta, esos conceptos. También, en algunas ocasiones, algunos padres suelen decir, en el mismo sentido: “la cabeza no le da”.
Frente a esas ideas surgen las siguientes dudas y preguntas: ¿La inteligencia es hereditaria? ¿Qué es un chico inteligente? ¿Hay burros? ¿Se debe a la inteligencia el fracaso escolar?
A partir de estudios y trabajos de indagación conceptualizamos que la inteligencia puede aparecer abierta o encubiertamente. Hay chicos que usan la inteligencia para no aprender.
La escuela tiene que poder encontrarse con la inteligencia de los chicos. No hay burros. Tiene que ver con las valoraciones de la escuela. ¿Cómo se da cuenta un maestro que un chico es inteligente?
Es frecuente reconocer como inteligente la rapidez con que algunos alumnos responden o resuelven las actividades o cuestiones presentadas por el docente. Pero es necesario saber que cuando un alumno no responde de inmediato, puede ser que esté pensando o reflexionando sobre la pregunta o el planteo que se le ha presentado. Por otra parte, es necesario considerar que hay distintas formas de participar en clase. Además tenemos que plantearnos que tal vez esté pasando un momento afectivo difícil o es cuestión de personalidad.
Es real que todos los chicos tienen potencialidades y elementos para desarrollar. Los maestros, desde el discurso, dicen que hay que respetar el ritmo de cada alumno; pero en la práctica, algunas veces…no se concreta ese principio, por diferentes urgencias o presiones que afectan la gestión del docente o de la docente, en el aula.
Por su parte, la escuela y los demás agentes y entidades de la organización escolar requieren de una estructura, pero tiene que ser flexible, menos rígida y anquilosada que la que tenemos hoy.
Aprender es gozoso para todo ser humano. Desde el hombre primitivo, el hombre de las cavernas, se emocionaba, hacía gestos y daba gritos de alegría al realizar logros, como cuando logró producir el fuego. Cuando un niño aprende a caminar se ríe, se pone contento. Mucho deberá cambiar la escuela para que este entusiamo inicial no se pierda.
La escuela enseña a pensar pero de manera estructurada. Acepta ciertos pensamientos útiles; pero desecha otros como el pensamiento divergente.
Por otra parte, si bien se introdujeron en las escuelas las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, sigue teniendo, la cultura escolar, una deuda importante con ello. En este sentido, el mejoramiento de la enseñanza, depende de los docentes, porque si bien las pantallas impactan en la mente de los alumnos, la producción de contenidos digitales la generan los maestros y los profesores. Por eso es fundamental la capacitación de los mismos en esta área, lo cual está en proceso de desarrollo. Es un desafío fuerte pero necesario.
Sostenemos, la escuela tiene que poder encontrarse con las motivaciones y la inteligencia de los alumnos. Si un chico resuelve cuentas y situaciones problemáticas en la casa, en la calle, ¿cómo se entiende que no pueda resolverlas en la escuela? Es necesario mejorar el clima motivacional.
Si se lograse mejorar el clima motivacional, hacer una ruptura menos fuerte entre cultura cotidiana de los jóvenes y los niños, y la cultura escolar, evidentemente la escuela sería atractiva. Porque aprender, como lo expresa Roberto Follari, “entusiama a cualquier niño y hace feliz a la gente”.
*Profesora Especializada en Investigación Educativa