Escribe: Eric Wyllie
tristshine@hotmail.com
Cuando algo llega a su fin, cuando una historia de amor, de trabajo, de amistad, termina, uno tiende a pensar que todo lo que se vivió en ese lapsus mientras duró, que fue todo una gran mentira, por la sensación de vacío que produce ese abrupto o paulatino final, cualquiera de ambos finales produce la sensación de tristeza, de desamparo y aun peor de incertidumbre. Allí empiezan los recuerdos en imágenes de lo vivido, las evocaciones de promesas escuchadas, y a todo esto el signo de interrogación, con las palabras adentro; ¿Qué paso?, ¿esto era lo que yo quería? ¿Todo fue una mentira?
Particularmente pienso que lo vivido sea cual fuese la historia en sí, nunca es una mentira, es una verdad sólo momentánea, lo cual esto no lo uso como eufemismo de mentira, ni como una alegoría, simplemente como la verdad vivida, real, en la cual duro ese afecto, o ese trabajo. Lo que sucede que al no estar preparados nunca para un final en particular, lo hace a uno interrogarse constantemente de lo qué paso, si uno supiera cuando se vencen las historias no se preguntaría nada, total ya sé sabia lo que iba a suceder, pero lo bueno de la vida, para mí, es no saber que va a pasar, es por ello que la vivo.
Todos como seres humanos vamos creciendo y cambiando, pensando de distintas maneras, aunque siempre con cierto hilo conductor, porque ser errático en pensamiento se será errante en la vida y se irá para donde nos lleve el viento y eso no es nada bueno. Pero madurar hace que uno cambie de gustos, o de acciones y ello lo lleve a separarse de una amistad, de una novia o alejarse de un trabajo, lo que no significa que mientras duró, uno halla sido falso y viviendo una ficción. Por eso hablo de una verdad momentánea, mientras ocurrió fue verdad, pero después, ya no. Por ejemplo, cuando uno tiene amigos en la primaria y los quiere y vive decenas de buenas anécdotas, y esa relación se termina, por cuestiones de edad, de cambios de escuela, etc, no significa que esas amistades hayan sido una mentira, sino todo lo contrario, fue una gran verdad, pero solo de ese espacio de tiempo único e irrepetible.
El final más trágico de un ser humano es simplemente la muerte, y por haber llegado a ese gran final no significa que su vida haya sido una mentira, sino algo sumamente real y estar vivo también es una verdad momentánea, que sólo lo dicta la naturaleza al indeseado final.
Por más que uno se sienta triste y vacío porque ya no tiene consigo lo vivido hasta hace poco o mucho, tiene que estar contento por lo aprendido, por lo disfrutado, por ese momento de su vida en donde fue feliz, donde sonrió, donde se sintió bien, y también sabiendo que cuando una historia termina deja puntos suspensivos, y las nuevas etapas empiezan también con puntos suspensivos, trayendo consigo expectativas y nuevos aires, las cenizas no hacen más que esperar a ser avivadas nuevamente para volver a arder en llamas brillantes y candentes.
tristshine@hotmail.com
Cuando algo llega a su fin, cuando una historia de amor, de trabajo, de amistad, termina, uno tiende a pensar que todo lo que se vivió en ese lapsus mientras duró, que fue todo una gran mentira, por la sensación de vacío que produce ese abrupto o paulatino final, cualquiera de ambos finales produce la sensación de tristeza, de desamparo y aun peor de incertidumbre. Allí empiezan los recuerdos en imágenes de lo vivido, las evocaciones de promesas escuchadas, y a todo esto el signo de interrogación, con las palabras adentro; ¿Qué paso?, ¿esto era lo que yo quería? ¿Todo fue una mentira?
Particularmente pienso que lo vivido sea cual fuese la historia en sí, nunca es una mentira, es una verdad sólo momentánea, lo cual esto no lo uso como eufemismo de mentira, ni como una alegoría, simplemente como la verdad vivida, real, en la cual duro ese afecto, o ese trabajo. Lo que sucede que al no estar preparados nunca para un final en particular, lo hace a uno interrogarse constantemente de lo qué paso, si uno supiera cuando se vencen las historias no se preguntaría nada, total ya sé sabia lo que iba a suceder, pero lo bueno de la vida, para mí, es no saber que va a pasar, es por ello que la vivo.
Todos como seres humanos vamos creciendo y cambiando, pensando de distintas maneras, aunque siempre con cierto hilo conductor, porque ser errático en pensamiento se será errante en la vida y se irá para donde nos lleve el viento y eso no es nada bueno. Pero madurar hace que uno cambie de gustos, o de acciones y ello lo lleve a separarse de una amistad, de una novia o alejarse de un trabajo, lo que no significa que mientras duró, uno halla sido falso y viviendo una ficción. Por eso hablo de una verdad momentánea, mientras ocurrió fue verdad, pero después, ya no. Por ejemplo, cuando uno tiene amigos en la primaria y los quiere y vive decenas de buenas anécdotas, y esa relación se termina, por cuestiones de edad, de cambios de escuela, etc, no significa que esas amistades hayan sido una mentira, sino todo lo contrario, fue una gran verdad, pero solo de ese espacio de tiempo único e irrepetible.
El final más trágico de un ser humano es simplemente la muerte, y por haber llegado a ese gran final no significa que su vida haya sido una mentira, sino algo sumamente real y estar vivo también es una verdad momentánea, que sólo lo dicta la naturaleza al indeseado final.
Por más que uno se sienta triste y vacío porque ya no tiene consigo lo vivido hasta hace poco o mucho, tiene que estar contento por lo aprendido, por lo disfrutado, por ese momento de su vida en donde fue feliz, donde sonrió, donde se sintió bien, y también sabiendo que cuando una historia termina deja puntos suspensivos, y las nuevas etapas empiezan también con puntos suspensivos, trayendo consigo expectativas y nuevos aires, las cenizas no hacen más que esperar a ser avivadas nuevamente para volver a arder en llamas brillantes y candentes.