El flamante párroco de San Ignacio de Loyola habló de su vida sacerdotal, su vocación, los desafíos de la Iglesia en tiempos de Francisco y los proyectos y anhelos para la comunidad. “Deseo crear y recrear comunidades alegres, que se manejen con vínculos sanos en donde Dios nos ayude en nuestra vida de familia, de ciudadanos, de vecinos”, resaltó.
Reportaje de Roberto Torres
Redacción de LA VERDAD
El presbítero Marcelo Siri (49 años) ingresó al Seminario a los 23 años de edad –luego de concluir su paso por el Secundario, cursó el profesorado en Inglés y ejerció la docencia en las ciudades de Mercedes y Luján-. Es oriundo de Mercedes. Su padre falleció el año pasado. Actualmente su familia está conformada por su mamá Magdalena –quien ejerció la docencia-, tres hermanos –otro varón y dos mujeres- y once sobrinos. (“Somos una familia numerosa, nos encontramos siempre”, resaltó).
Se ordenó sacerdote a los 30 años. Estuvo tres años en la parroquia San Isidro Labrador, de la vecina ciudad de Chacabuco, primero como diácono y luego como vicario. Por pedido del entonces Arzobispo de Mercedes Luján monseñor Emilio Ogñenovich realizó una licenciatura de Teología con especialización en Dogmática en la Universidad Católica Argentina (UCA) por lo que fue trasladado a la parroquia Nuestra Señora del Carmen, de General Rodríguez, donde permaneció tres años. Casi finalizando sus estudios, retornó a la parroquia San Isidro Labrador, de Chacabuco por otros dos años.
Ejerció como administrador parroquial por casi un año en la iglesia Cristo Obrero y luego actuó como cuasi-párroco por cinco años en San Cayetano, una parroquia que se estaba creando en ese momento. Fue trasladado luego y permaneció por siete años en la atención espiritual de la localidad de Jáuregui.
Hace siete días asumió como nuevo párroco de la Iglesia Matriz San Ignacio de Loyola. Ya instalado en este destino parroquial, dialogó con LA VERDAD acerca de su vida sacerdotal, su vocación, su tarea pastoral y los objetivos que plantea en su trabajo al frente de la parroquia juninense.
-¿Cómo se fue gestando y sintió la vocación religiosa?
-Toda la vida estuve relacionado con la Iglesia. Estudie en un colegio de sacerdotes palotinos pero hasta terminar el secundario nunca estuvo presente la cuestión vocacional, si en el último año, ya prácticamente terminando los estudios. Empecé la carrera de Inglés y luego retomé la idea de mi vocación.
Siempre estuve vinculado con la parroquia. Un día dictando clases pensé que podía dar a la gente otra cosa, más que la enseñanza de un idioma, porque el sacerdocio abre otras realidades como la atención a los abuelos, el trabajo en los barrios y muchas cosas además del vínculo con Dios. Fue un discernimiento pensado en mi caso.
-En sus primeras palabras en nuestra ciudad, en la misa junto alo Arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, usted decía que la vida del sacerdote se va moldeando en función de cada parroquia que va pasando. En su caso particular ¿qué le fue dejando cada destino parroquial?.
-La vida de todos los seres humanos se va conformando de acuerdo a los vínculos que tenemos. Los otros nos hacen, también. Es una fantasía pensar que nuestra vida está estrictamente en nuestras manos y hacemos lo que queremos.
El otro nos va haciendo. Y, salvo que uno entienda al sacerdocio como la administración estrictamente de la parroquia, pero si encaramos al sacerdocio desde el punto de vista del pastoreo, un acompañamiento del Pueblo de Dios, acercando el hombre a Dios y Dios al hombre, la riqueza de nuestra vida personal se va dando también en los vínculos.
Cada parroquia tiene un aporte que hacer al sacerdote como también cada sacerdote tiene un aporte que hacer a su parroquia.
Yo en cada parroquia donde estuve, salí ganando, porque cada una me ha ido dando algo. Nuestra vida se va enriqueciendo con los aportes de los demás.
-Esa impronta que usted hace referencia, no ser un mero administrador de una parroquia, sino hacer una tarea de pastoreo en forma integral, amplia y abierta, es precisamente el mensaje que está transmitiendo el Papa Francisco. ¿Cómo lo vive?
-En una reunión con gente de esta parroquia yo les pedía que me ayudaran porque es una fuerte tentación caer solamente en la mera administración. Es una tentación porque hay cosas que son urgentes y deben resolverse a nivel formal y administrativo. Si uno no está alerta se pierde el vínculo con el barrio y las ricas realidades de una parroquia como son las realidades humanas.
Es uno el que debe estar atento y alerta para descubrir donde me necesitan y es allí donde debo estar. El Papa habla mucho de ir y de ir especialmente a las periferias.
-¿Con que tipo de parroquia y ciudad se encontró?.
-He venido varias veces a Junín pero siempre de paso. Como primera impresión rescato lo cariñoso de la gente, la demostración afectuosa, más que en otros lugares.
La recepción es muy buena cuando voy a la casa de las familias. Hay diferencia en los hábitos, modo de movilizarse y tiempos por ejemplo, entre lo que es Jáuregui en comparación con el centro de una ciudad como Junín.
Se trata de una comunidad sana. Definitivamente la cuestión humana y vincular es central para todos los que trabajamos con personas y mi tarea va mucho por allí.
Entiendo a la vivencia de la fe, no como una fe de prácticas religiosas o rituales, sino como un estilo de vida y al hablar de esto hacemos referencia a la complejidad y riqueza de los vínculos, del trabajo conjunto. Una espiritualidad encarnada que se vive en todo lo que uno hace.
-¿Cuál es la impronta y los objetivos que plantea de parte de las instituciones parroquiales y los que usted impulsará en esta nueva etapa de la parroquia?.
-Creo en la fe vivida en lo cotidiano y en los vínculos. No entiendo mi tarea solamente como un rol de confesar y dar misa o dar algún librito para que alguien lea. No creo que tampoco debo cumplir una función meramente social, sino que es todo ese “combo”, no solamente mirado hacia fuera, sino vivir la necesidad de ir las zonas oscuras, a esos lugares que necesitan luz y de allí la atención a quien no tiene casa o al adicto, ir a las zonas oscuras de una persona , de nuestros grupos, para que haya más luz.
Deseo crear y recrear comunidades alegres, que se manejen con vínculos sanos en donde Dios nos ayude en nuestra vida de familia, de ciudadanos, de vecinos y donde juntos también agradezcamos a Dios.
-La Iglesia argentina vive un momento histórico muy particular a partir de esa “revolución” que es Francisco ¿Cómo lo vive usted como sacerdote y cómo se vive este marco en la actividad parroquial?.
-La Iglesia en los últimos treinta años ha hecho un cambio muy grande. Se fueron dando hitos muy relevantes pero más allá, se dio un proceso de renovación notable que tiene que ver no solamente con las personas sino también con una teología que se ha pensado, que se ha desarrollado y da hoy un fruto.
Monseñor Bergoglio no es fruto del azar, sino de un proceso de Iglesia. Su elección como Papa en este proceso histórico de reflexión teológica y pastoral que ha hecho la Iglesia argentina, es una “explosión” que no la tuvieron otros países que también hicieron ese proceso. Por eso también somos privilegiados.
Esto se gestó desde hace años atrás y que la teología argentina tiene una particularidad. No tuvo tanto lugar la Teología de la Liberación del mismo modo que se vio en otros países como Brasil, Perú o Ecuador, sino que tuvo una impronta particular. Bergoglio es fruto de ello y me alegra mucho la repercusión que está teniendo más que nada a nivel popular. Esto constituye un reconocimiento a una reflexión teológica que se hizo en la Argentina.
Anhelo que este tipo de pastoral cale hondo en la teología universal para que de algún modo quede como un estilo permanente.
Veo un cambio en la actitud de las personas. Hay disposición y atención. La gente llega con un mejor ánimo a las celebraciones, pregunta más y se escucha más rápido un sí ante alguna propuesta de tarea.
Se puede aprovechar esta oportunidad para mostrar lo que la Iglesia ha hecho siempre y hace pero debemos ser honestos, reconocer nuestras carencias.
Ojalá que podamos responder bien a esa inquietud que se está despertando en la gente, que se logre integrarlos y escucharlos.
-¿Qué mensaje le deja a la comunidad de Junín y a la de la parroquia San Ignacio en particular?.
-Estoy contento de estar en Junín. Es una alegría para mí decir que tengo una excelente relación con los sacerdotes de la ciudad y eso la gente valora mucho: el ver que trabajamos sin protagonismos sino tirando todos para el mismo lado. Vamos a seguir con algunas celebraciones conjuntas.
Estoy contento de estar en esta parroquia y pongo al servicio mi disposición de trabajar.
Fuera de todo exitismo, la Iglesia es una institución como tantas otras que hay en las ciudades, con la grandeza interior de saber que Dios nos acompaña y acompañamos el proyecto de Dios.
Desde allí, esperamos apostar al crecimiento también de la ciudadanía, involucrándonos en lo que nos corresponde a nosotros, por el bien de todos.
No venimos a embellecer a un templo, sino a inscribirnos en una historia y lo que hacemos debe ser para el bien de todos. Valoro todo lo bueno que hay en las sociedades, acompañando eso para que la gente viva mejor y a partir de los gestos sencillos.
Tengo la mirada no solamente puesta en el crecimiento de una parroquia sino también en cómo la Iglesia puede ayudar al, ciudadano juninense en ser un poco más feliz.
Reportaje de Roberto Torres
Redacción de LA VERDAD
El presbítero Marcelo Siri (49 años) ingresó al Seminario a los 23 años de edad –luego de concluir su paso por el Secundario, cursó el profesorado en Inglés y ejerció la docencia en las ciudades de Mercedes y Luján-. Es oriundo de Mercedes. Su padre falleció el año pasado. Actualmente su familia está conformada por su mamá Magdalena –quien ejerció la docencia-, tres hermanos –otro varón y dos mujeres- y once sobrinos. (“Somos una familia numerosa, nos encontramos siempre”, resaltó).
Se ordenó sacerdote a los 30 años. Estuvo tres años en la parroquia San Isidro Labrador, de la vecina ciudad de Chacabuco, primero como diácono y luego como vicario. Por pedido del entonces Arzobispo de Mercedes Luján monseñor Emilio Ogñenovich realizó una licenciatura de Teología con especialización en Dogmática en la Universidad Católica Argentina (UCA) por lo que fue trasladado a la parroquia Nuestra Señora del Carmen, de General Rodríguez, donde permaneció tres años. Casi finalizando sus estudios, retornó a la parroquia San Isidro Labrador, de Chacabuco por otros dos años.
Ejerció como administrador parroquial por casi un año en la iglesia Cristo Obrero y luego actuó como cuasi-párroco por cinco años en San Cayetano, una parroquia que se estaba creando en ese momento. Fue trasladado luego y permaneció por siete años en la atención espiritual de la localidad de Jáuregui.
Hace siete días asumió como nuevo párroco de la Iglesia Matriz San Ignacio de Loyola. Ya instalado en este destino parroquial, dialogó con LA VERDAD acerca de su vida sacerdotal, su vocación, su tarea pastoral y los objetivos que plantea en su trabajo al frente de la parroquia juninense.
-¿Cómo se fue gestando y sintió la vocación religiosa?
-Toda la vida estuve relacionado con la Iglesia. Estudie en un colegio de sacerdotes palotinos pero hasta terminar el secundario nunca estuvo presente la cuestión vocacional, si en el último año, ya prácticamente terminando los estudios. Empecé la carrera de Inglés y luego retomé la idea de mi vocación.
Siempre estuve vinculado con la parroquia. Un día dictando clases pensé que podía dar a la gente otra cosa, más que la enseñanza de un idioma, porque el sacerdocio abre otras realidades como la atención a los abuelos, el trabajo en los barrios y muchas cosas además del vínculo con Dios. Fue un discernimiento pensado en mi caso.
-En sus primeras palabras en nuestra ciudad, en la misa junto alo Arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, usted decía que la vida del sacerdote se va moldeando en función de cada parroquia que va pasando. En su caso particular ¿qué le fue dejando cada destino parroquial?.
-La vida de todos los seres humanos se va conformando de acuerdo a los vínculos que tenemos. Los otros nos hacen, también. Es una fantasía pensar que nuestra vida está estrictamente en nuestras manos y hacemos lo que queremos.
El otro nos va haciendo. Y, salvo que uno entienda al sacerdocio como la administración estrictamente de la parroquia, pero si encaramos al sacerdocio desde el punto de vista del pastoreo, un acompañamiento del Pueblo de Dios, acercando el hombre a Dios y Dios al hombre, la riqueza de nuestra vida personal se va dando también en los vínculos.
Cada parroquia tiene un aporte que hacer al sacerdote como también cada sacerdote tiene un aporte que hacer a su parroquia.
Yo en cada parroquia donde estuve, salí ganando, porque cada una me ha ido dando algo. Nuestra vida se va enriqueciendo con los aportes de los demás.
-Esa impronta que usted hace referencia, no ser un mero administrador de una parroquia, sino hacer una tarea de pastoreo en forma integral, amplia y abierta, es precisamente el mensaje que está transmitiendo el Papa Francisco. ¿Cómo lo vive?
-En una reunión con gente de esta parroquia yo les pedía que me ayudaran porque es una fuerte tentación caer solamente en la mera administración. Es una tentación porque hay cosas que son urgentes y deben resolverse a nivel formal y administrativo. Si uno no está alerta se pierde el vínculo con el barrio y las ricas realidades de una parroquia como son las realidades humanas.
Es uno el que debe estar atento y alerta para descubrir donde me necesitan y es allí donde debo estar. El Papa habla mucho de ir y de ir especialmente a las periferias.
-¿Con que tipo de parroquia y ciudad se encontró?.
-He venido varias veces a Junín pero siempre de paso. Como primera impresión rescato lo cariñoso de la gente, la demostración afectuosa, más que en otros lugares.
La recepción es muy buena cuando voy a la casa de las familias. Hay diferencia en los hábitos, modo de movilizarse y tiempos por ejemplo, entre lo que es Jáuregui en comparación con el centro de una ciudad como Junín.
Se trata de una comunidad sana. Definitivamente la cuestión humana y vincular es central para todos los que trabajamos con personas y mi tarea va mucho por allí.
Entiendo a la vivencia de la fe, no como una fe de prácticas religiosas o rituales, sino como un estilo de vida y al hablar de esto hacemos referencia a la complejidad y riqueza de los vínculos, del trabajo conjunto. Una espiritualidad encarnada que se vive en todo lo que uno hace.
-¿Cuál es la impronta y los objetivos que plantea de parte de las instituciones parroquiales y los que usted impulsará en esta nueva etapa de la parroquia?.
-Creo en la fe vivida en lo cotidiano y en los vínculos. No entiendo mi tarea solamente como un rol de confesar y dar misa o dar algún librito para que alguien lea. No creo que tampoco debo cumplir una función meramente social, sino que es todo ese “combo”, no solamente mirado hacia fuera, sino vivir la necesidad de ir las zonas oscuras, a esos lugares que necesitan luz y de allí la atención a quien no tiene casa o al adicto, ir a las zonas oscuras de una persona , de nuestros grupos, para que haya más luz.
Deseo crear y recrear comunidades alegres, que se manejen con vínculos sanos en donde Dios nos ayude en nuestra vida de familia, de ciudadanos, de vecinos y donde juntos también agradezcamos a Dios.
-La Iglesia argentina vive un momento histórico muy particular a partir de esa “revolución” que es Francisco ¿Cómo lo vive usted como sacerdote y cómo se vive este marco en la actividad parroquial?.
-La Iglesia en los últimos treinta años ha hecho un cambio muy grande. Se fueron dando hitos muy relevantes pero más allá, se dio un proceso de renovación notable que tiene que ver no solamente con las personas sino también con una teología que se ha pensado, que se ha desarrollado y da hoy un fruto.
Monseñor Bergoglio no es fruto del azar, sino de un proceso de Iglesia. Su elección como Papa en este proceso histórico de reflexión teológica y pastoral que ha hecho la Iglesia argentina, es una “explosión” que no la tuvieron otros países que también hicieron ese proceso. Por eso también somos privilegiados.
Esto se gestó desde hace años atrás y que la teología argentina tiene una particularidad. No tuvo tanto lugar la Teología de la Liberación del mismo modo que se vio en otros países como Brasil, Perú o Ecuador, sino que tuvo una impronta particular. Bergoglio es fruto de ello y me alegra mucho la repercusión que está teniendo más que nada a nivel popular. Esto constituye un reconocimiento a una reflexión teológica que se hizo en la Argentina.
Anhelo que este tipo de pastoral cale hondo en la teología universal para que de algún modo quede como un estilo permanente.
Veo un cambio en la actitud de las personas. Hay disposición y atención. La gente llega con un mejor ánimo a las celebraciones, pregunta más y se escucha más rápido un sí ante alguna propuesta de tarea.
Se puede aprovechar esta oportunidad para mostrar lo que la Iglesia ha hecho siempre y hace pero debemos ser honestos, reconocer nuestras carencias.
Ojalá que podamos responder bien a esa inquietud que se está despertando en la gente, que se logre integrarlos y escucharlos.
-¿Qué mensaje le deja a la comunidad de Junín y a la de la parroquia San Ignacio en particular?.
-Estoy contento de estar en Junín. Es una alegría para mí decir que tengo una excelente relación con los sacerdotes de la ciudad y eso la gente valora mucho: el ver que trabajamos sin protagonismos sino tirando todos para el mismo lado. Vamos a seguir con algunas celebraciones conjuntas.
Estoy contento de estar en esta parroquia y pongo al servicio mi disposición de trabajar.
Fuera de todo exitismo, la Iglesia es una institución como tantas otras que hay en las ciudades, con la grandeza interior de saber que Dios nos acompaña y acompañamos el proyecto de Dios.
Desde allí, esperamos apostar al crecimiento también de la ciudadanía, involucrándonos en lo que nos corresponde a nosotros, por el bien de todos.
No venimos a embellecer a un templo, sino a inscribirnos en una historia y lo que hacemos debe ser para el bien de todos. Valoro todo lo bueno que hay en las sociedades, acompañando eso para que la gente viva mejor y a partir de los gestos sencillos.
Tengo la mirada no solamente puesta en el crecimiento de una parroquia sino también en cómo la Iglesia puede ayudar al, ciudadano juninense en ser un poco más feliz.