Por Valeria Arata
(Diputada Provincial
– Frente Renovador)
Para hacer un análisis de la situación actual, es necesario reflexionar sobre los últimos 25 años de nuestra historia política y la manera como hemos sufrido el vaciamiento institucional de nuestro país.
En los 90, el neoliberalismo reducía el gasto público al tiempo de privatizar lo que, supuestamente en manos de la gestión del estado, era deficitario e ineficiente. Así, el sentido de lo público comenzaba a perder terreno por sobre la privado. Se vendió YPF, Ferrocarriles Argentinos, se sancionó la Ley Federal de Educación, la Ley de Educación Superior, etc., etc., etc. Y, con todo ello, se oficializó la corrupción y el método de la coima en el poder político. La convertibilidad nos mentía con el valor de la moneda internacional y el endeudamiento en el extranjero nos sumergía en la deuda y el desempleo.
Diez años después llegó la alianza, que no cumplió con las expectativas de la sociedad y que buscó equivocadamente, el remedio en la enfermedad. Sin herramientas para cambiar el curso de la realidad, produjo más crisis y crispación social, donde se escuchaba la voz del pueblo diciendo “que se vayan todos”, descreídos de la actividad política y su capacidad para transformar las cosas. Luego el helicóptero y varios presidentes interinos que pusieron al país en un nuevo proceso electoral.
Y es aquí, donde llegaba el kirchnerismo, que profetizando la unidad política, se autoproclamaba como un gobierno nacional y popular. De esta manera, fuimos testigos de una década de contradicciones, donde, por un lado, se escuchaba un discurso progresista, direccionado a enfrentarse a los países capitalistas, a los monopolios, a la defensa de la educación pública, y a la justicia social. Pero al mismo tiempo, vimos como se reparte la obra pública entre los amigos, como se aumentaba el patrimonio de los funcionarios, se desfinanciaba y degradaba las instituciones públicas de salud y educación, se manipulaba los datos del INDEC y se profundizaba aquel modelo neoliberal, donde sólo se enriquecen las grandes estructuras del sector privado amigas del poder.
Hoy, nos encontramos con un sistema educativo en crisis, con hospitales sin insumos básicos, con caminos destruidos, con ferrocarriles abandonados, con una policía cuestionada, con fronteras al servicio del narcotráfico, con una inflación que se come el salario de los trabajadores, y con una desigualdad que agranda la brecha social, generando rencor, violencia y rebeldía a las normas.
Este es el precio que estamos pagando por un estado ausente, por años de corrupción desmedida, por el amedrentamiento de nuestras instituciones públicas, por el relato mentiroso en contraste con la realidad.
Es tiempo de construir un país distinto, un estado presente, que respete la república, que valore la palabra, que milite la verdad, que gobierne con honestidad, que trace políticas a largo plazo, que defienda la justicia y que valore el bienestar común frente al individual. Ese es mi compromiso y nuestra responsabilidad.